Lo habíamos olvidado; lo olvidamos con frecuencia: desde siempre el libro ha sido un objeto amenazado, vigilado, odiado. “Los que queman los libros –escribió George Steiner–, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen. El poder indeterminado de los libros es incalculable”.
Hace muchos años un grupo de artistas sintieron la profunda necesidad de proteger lo que para ellos era lo más valioso – el arte por supuesto.
En medio de una situación política problemática y de una censura artística a todo aquello que fuera en contra del régimen en cuestión decidieron tomar el control y fundaron La librería de los Escritores en plena revolución de Octubre en Rusia.
Alexei Remizov, Nikolai Berdiaiev, Mijail Osorguin y Marina Tsvetaeva fueron los protagonistas principales del origen de esta historia…
Ellos, creadores rechazados por el totalitarismo ruso y viviendo en la miseria tuvieron el valor de fundar esta librería en el corazón de Moscú, pagando con sus pocos ingresos un local completamente derruido, que poco a poco lograron reconstruir. Vigilados al principio por el ejército ruso hicieron uso de todas sus habilidades para lograr introducir los libros prohibidos.
Durante los años que La Librería estuvo abierta, cientos de artistas de toda Rusia donaron sus libros, escritos por ellos mismos o de su colección personal para romper el cerco cultural en el País y lograr la difusión artística que tanta falta hacia en ese momento.
Poco a poco comenzaron a llegar los intelectuales al escuchar de aquel refugio artístico, ya sea buscando algún libro en particular o decididos a donar o vender su propio arte. ¿Los precios? Libros a cambio de libros o una colección completa a cambio de un costal de azúcar, harina o una canasta de papas. El pueblo ruso no estaba en condiciones de pagar con sus escasos recursos un libro (transformados en vales para comprar o canjear alimentos) Aún así, la idea funcionó y los alimentos sirvieron como trueque en beneficio del arte. Los rumores cuentan que en varias ocasiones en las que Mijail quedaba a cargo de la Librería, movido por su sensibilidad y compasión recibió de mano de campesinos u obreros enciclopedias inútiles completas a cambio de costales de alimento pues no se perdonaba ver morir de hambre a su pueblo.
Ninguno de los fundadores cobraba por sus servicios, ellos se conformaban de vez en cuando con quedarse algún libro de la colección secreta.
Cuatro años estuvo en servicio La Librería de los Escritores, y pocas historias se saben de ella.
Un único * Samizdat sobrevivió entre aquellas cuatro paredes con olor a cuero y pergamino. Se hizo a mano y en el quedaron plasmadas algunas pequeñas obras poéticas de Nikolai, Mijail y Marina y las ilustraciones de Alexei (los otros desgraciadamente se perdieron en el exilio de Mijail)
Con el tiempo y la persecución aquel sueño de arte se vino abajo y cada uno de los fundadores debió tomar su propio y cruel camino. Remizov murió en Francia repudiado por todos sin poder regresar a su amada Rusia, Berdiaiev fallece en Paris nostálgicamente sobre su mesa de trabajo en el exilio, de Osorguin no se sabe nada después de su exilio, y Marina terminó suicidándose poco tiempo después de regresar a Rusia, asesinaron a su esposo, a su hijo y una de sus hijas murió de hambre en un orfanato.
Todos ellos fueron enviados al exilio y a la muerte por creer que el arte cambiaría al mundo…
Pero dejaron su legado, mas allá de sus obras artísticas que son bellísimas por supuesto, nos dejan a nosotros, lectores, escritores, humanos un ejemplo de lucha por una causa justa. La necesidad de crear cuando los demás destruyen.
Cierro con el fragmento de un Poema de Marina Tsvetaeva disponible en el libro “Retrato de una Pintura Rusa”:
“Este terror a la influencia es una enfermedad. Miro lo ajeno y pierdo lo propio. Pero como puedo perder lo propio, cuando cada día es diferente. Cuando yo misma todavía no lo conozco”.
Lo mismo que: “Perdí mi día de mañana”.
¿Y qué clase de tuyo es aquello que puedes perder? Si lo pierdes es que no era tuyo, sino ajeno, ¡y que te aproveche perderlo! Lo mío es aquello que no puedo perder, de ninguna manera, lo imprescriptible, aquello a lo que estoy condenada.”
A propósito de Hamlet: Ni olvidare ni repetiré Hamlet. Porque es inolvidable e irrepetible.
Si pueden conseguir el libro, no duden en comprarlo, vale la pena…